Política | Este martes se cumplen 74 años de uno de los episodios más violentos de la historia de la humanidad, el día en que Estados Unidos lanzó una bomba nuclear sobre Hiroshima, Japón.
A las 8:15 horas de la mañana del 6 de agosto de 1945 una bomba estalló sobre Hiroshima, la temperatura llegó a 300.000 grados durante una décima de segundo.
Una bola de fuego se desplazó a 1.600 km por hora varios kilómetros a la redonda, destruyendo todo a su paso. En un segundo, 125.000 personas fueron calcinadas en Hiroshima. Tres días después, 75.000 personas fueron asesinadas de la misma manera en Nagasaki.
El bombardeo produce víctimas hasta el día de hoy: las enfermedades causadas por la radiación provocaron tantas muertes como la explosión misma.
Hiroshima y Nagasaki fueron sendos asesinatos en masa, comparables a los cometidos por los nazis en sus campos de concentración.
El bombardeo de áreas civiles fue intencionalmente diseñado por los estrategas estadounidenses. El blanco debería ser el centro de cada una de estas ciudades, y que las áreas industriales eran blancos relativamente pequeños y dispersos.
En Nagasaki, se dirigió la caída de la bomba sobre los barrios populares, evitando cuidadosamente destruir los astilleros Mitsubishi, constructores de los barcos de guerra japoneses.
El bombardeo de los civiles sembraría el terror entre los no combatientes. “La bomba debe usarse con el fin de aterrar, de causar el mayor daño psicológico”, dicen las actas del “Comité del blanco” estadounidense, encargado de seleccionar las ciudades a bombardear.